El porvenir
6,4
4.717
Drama
Nathalie (Isabelle Huppert) es una profesora de filosofía que da clases en un instituto de París. Su trabajo le entusiasma y reparte su tiempo entre sus alumnos y su familia, con sus hijos ya mayores y su madre algo senil. Un día su marido le informa de que se va a ir con otra mujer. Ese será solo el primero de una serie de grandes cambios que obligarán a Nathalie a reinventar su vida de un día para otro. (FILMAFFINITY)
1 de octubre de 2016
1 de octubre de 2016
76 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El porvenir” es el relato de Nathalie, profesora de Filosofía, que ya entrada en la madurez ve cómo su universo particular, que hasta entonces parecía perfectamente estructurado, empieza a desmoronarse. Mia Hansen-Love habla de una generación de europeos que hemos crecido en pleno Estado del Bienestar, con todas las oportunidades a nuestro alcance, y que creemos haber fundamentado nuestra vida en valores de progreso y tolerancia. La protagonista ve que sus relaciones familiares se resquebrajan (el marido la abandona, la madre cae en el delirio…), su prestigio profesional se tambalea y su entorno social evoluciona ajeno a los valores que han marcado su vida. “El porvenir” es una historia sobre convicciones y fragilidades. Cuando Nathalie dice “ahora soy realmente libre”, lo hace sumida en la amargura y, sobre todo, en el desconcierto. La protagonista busca en la Filosofía y en una granja perdida en los Alpes un sentido a su vida, pero nota que su propio espíritu se ha ido perdiendo por el camino.
Dicho ello, y con todos los respetos, no llego a entender las grandes críticas que ha provocado esta obra. El gran aliciente de la película es una Isabelle Huppert magnífica, pero poco más. “El porvenir” es profunda y reflexiva, habla de ideales y de coherencia, pero ni sorprende ni conmueve. Mia Hansen-Love refleja tan bien el tedio y la rutina que deja al espectador (a mí, al menos) más bien frío. Durante todo el metraje estamos esperando un giro argumental (como ocurre en otras películas anteriores de la misma directora) que aquí nunca llega. Apenas hay conflicto en el argumento, porque el conflicto ya está latente desde el principio... Y sostener una película de ese modo es ciertamente difícil, aunque cuentes con Isabelle Huppert. Máxime cuando es algo que los franceses ya vienen haciendo, con mejor o peor fortuna, desde hace sesenta años.
Dicho ello, y con todos los respetos, no llego a entender las grandes críticas que ha provocado esta obra. El gran aliciente de la película es una Isabelle Huppert magnífica, pero poco más. “El porvenir” es profunda y reflexiva, habla de ideales y de coherencia, pero ni sorprende ni conmueve. Mia Hansen-Love refleja tan bien el tedio y la rutina que deja al espectador (a mí, al menos) más bien frío. Durante todo el metraje estamos esperando un giro argumental (como ocurre en otras películas anteriores de la misma directora) que aquí nunca llega. Apenas hay conflicto en el argumento, porque el conflicto ya está latente desde el principio... Y sostener una película de ese modo es ciertamente difícil, aunque cuentes con Isabelle Huppert. Máxime cuando es algo que los franceses ya vienen haciendo, con mejor o peor fortuna, desde hace sesenta años.
1 de octubre de 2016
1 de octubre de 2016
52 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿En qué consiste la felicidad? Sabemos que no podemos predecir el mañana y que la vida da demasiadas vueltas como para ser previsible o, ni tan siquiera, imaginable y, sin embargo, tenemos la falaz certeza de estar controlando nuestro destino, creyendo que no hay nada que se interponga en nuestro veleidoso camino y que pueda desbaratar, sin más, los pilares de nuestra existencia. Nos creemos dueños de nuestra suerte sin darnos cuenta que somos y seremos zarandeados sin piedad por cualquier episodio, por nimio o improbable que sea, por inverosímil o ajeno que nos parezca.
Nuestra ventura es una arbitraria rueda de la fortuna, un amargo juego de azar que nos toca enfrentar indefensos y abatidos. Y nuestra biografía es la aleatoria suma de los días que transitamos pletóricos de inocencia y rutina, al implacable albur de designios que escapan a nuestra voluntad. La caprichosa incertidumbre señorea indiferente y nos arrastra sin remordimientos ni compasión. Nos creemos omniscientes cuando apenas somos una vana anécdota, una mera anotación a pie de página de un libro cuya trama desconocemos y cuya lectura nos deparará un sinfín de veleidades desdeñosas.
Esta prodigiosa película cala hondo. La cotidianeidad va tejiendo un laberíntico tapiz del cual es imposible escapar. Con elementos en apariencia mínimos – pero que albergan la riqueza alambicada de toda nuestra historia – la cineasta francesa Mia Hansen-Løve elabora un mosaico duro y contundente que deviene en una experiencia agridulce, inolvidable y portentosa, todo ello condensado en apenas cien minutos que transitan todos los claroscuros del ser. Con inapelable sensibilidad, un férreo guión bien urdido y algunas canciones tan atinadas como etéreas, nos permite presenciar el agostamiento de una profesora de filosofía, toda intelecto, constancia y empeño, pero que se enfrenta a las retadoras grietas que se van abriendo, paso a paso, bajo sus pies, como súbitas arenas movedizas que lo engullen todo.
Además cuenta con la magnética presencia de Isabelle Huppert, una asombrosa actriz que se supera en cada personaje que encarna. Nos ofrece – con exquisita elegancia y loable ausencia de énfasis – el equilibrio exacto entre tesón y fragilidad, entre dicha y abatimiento, entre resistencia y mansedumbre, entre fuerza e impotencia. Ella ilumina con su actuación todo el metraje e irradia una claridad diáfana y dolorosa que la vuelve inolvidable.
Buen cine que se renueva y renace a cada recodo del trayecto. Tras su aparente modosidad intrascendente se esconde agazapada una de las mejores y más atinadas reflexiones sobre el impotente devenir humano. Tan recomendable como perturbadora.
Nuestra ventura es una arbitraria rueda de la fortuna, un amargo juego de azar que nos toca enfrentar indefensos y abatidos. Y nuestra biografía es la aleatoria suma de los días que transitamos pletóricos de inocencia y rutina, al implacable albur de designios que escapan a nuestra voluntad. La caprichosa incertidumbre señorea indiferente y nos arrastra sin remordimientos ni compasión. Nos creemos omniscientes cuando apenas somos una vana anécdota, una mera anotación a pie de página de un libro cuya trama desconocemos y cuya lectura nos deparará un sinfín de veleidades desdeñosas.
Esta prodigiosa película cala hondo. La cotidianeidad va tejiendo un laberíntico tapiz del cual es imposible escapar. Con elementos en apariencia mínimos – pero que albergan la riqueza alambicada de toda nuestra historia – la cineasta francesa Mia Hansen-Løve elabora un mosaico duro y contundente que deviene en una experiencia agridulce, inolvidable y portentosa, todo ello condensado en apenas cien minutos que transitan todos los claroscuros del ser. Con inapelable sensibilidad, un férreo guión bien urdido y algunas canciones tan atinadas como etéreas, nos permite presenciar el agostamiento de una profesora de filosofía, toda intelecto, constancia y empeño, pero que se enfrenta a las retadoras grietas que se van abriendo, paso a paso, bajo sus pies, como súbitas arenas movedizas que lo engullen todo.
Además cuenta con la magnética presencia de Isabelle Huppert, una asombrosa actriz que se supera en cada personaje que encarna. Nos ofrece – con exquisita elegancia y loable ausencia de énfasis – el equilibrio exacto entre tesón y fragilidad, entre dicha y abatimiento, entre resistencia y mansedumbre, entre fuerza e impotencia. Ella ilumina con su actuación todo el metraje e irradia una claridad diáfana y dolorosa que la vuelve inolvidable.
Buen cine que se renueva y renace a cada recodo del trayecto. Tras su aparente modosidad intrascendente se esconde agazapada una de las mejores y más atinadas reflexiones sobre el impotente devenir humano. Tan recomendable como perturbadora.
4 de mayo de 2016
4 de mayo de 2016
39 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora sutilmente alarga el relato durante varios años, anteriores a la crisis política actual, para intentar despertar a su público. Para ver que el olvido y la pereza debido a la comodidad, tienen sus consecuencias. Para que sepamos que de aquellos polvos vienen estos lodos. L'avenir es una película política camuflada que no juzga nuestras decisiones como individuos de una sociedad, sino que nos invita a la reflexión de las mismas para que podamos actuar en consecuencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Comienza L'avenir con una huelga de estudiantes en la que Huppert, profesora de filosofía, no participa. Tras el instituto, pasa por la editorial que quiere renovar las portadas de su colección de autor, luego come con sus hijos y su marido en su piso parisino y va a visitar a su madre, que sufre de problemas psicológicos. La protagonista lleva una vida burguesa ocupada en la ciudad y pasa las vacaciones con su marido en una casa en la costa bretona. Una vida monótona y estable cuyo empleo ha nublado los ideales del personaje a lo largo de los años.
He ahí la clave de la película. Durante un buen rato las escenas se suceden sin que realmente pase nada importante. O al menos eso pensamos hasta que comprendemos lo que la directora nos quiere mostrar. Pues la rutina siempre se verá moldeada por el paso del tiempo, por el avenir. Los hijos se independizan, los padres desaparecen, las parejas se rompen, el trabajo peligra. El futuro llega más rápido de lo que creemos e Isabelle se encuentra, por cuestiones ajenas a ella, sola en su piso, con la mitad de libros ausentes de las estanterías del salón y sin saber qué hacer. Pero al mismo tiempo se da cuenta que la falta de compromisos y estabilidades, implica la verdadera libertad.
En la recta final del relato, la protagonista se encuentra en una granja de los Alpes, invitada por una antiguo alumno que ha creado una revista literaria activista de intelectuales pretendidamente bohemios. Aquí se sucede alguna que otra conversación sonrojante, pero en absoluto molesta, pues en este momento confluyen los guiños de toda la película a la filosofía. Isabelle Huppert, mujer, se perfila como figura del conflicto existencialista interno, desde el momento en que escucha silenciosamente los diálogos entre los granjeros y empieza a cuestionar su vida. Pero también representa la lucha del hombre contra la naturaleza, como Rosellini había logrado magistralmente en Stromboli, rompiendo el arqueotipo masculino de la literatura encarnándolo en una Ingrid Bergman embarazada durmiendo en el cráter de un volcán, salvo que aquí es una naturaleza que calma, que mece, la que altera la posición de la profesora.
En el momento en el que el conflicto aparece, la libertad viene definida por nuestra capacidad de tomar decisiones. Huppert tiene la posbilidad de retomar sus ideales de juventud, de militante del Partido Comunista, o de volver a su piso parisino a ser una abuela dedicada enteramente a sus futuros nietos. La directora sutilmente alarga el relato durante varios años, anteriores a la crisis política actual, para intentar despertar a su público. Para ver que el olvido y la pereza debido a la comodidad, tienen sus consecuencias. Para que sepamos que de aquellos polvos vienen estos lodos. L'avenir es una película política camuflada que no juzga nuestras decisiones como individuos de una sociedad, sino que nos invita a la reflexión de las mismas para que podamos actuar en consecuencia.
He ahí la clave de la película. Durante un buen rato las escenas se suceden sin que realmente pase nada importante. O al menos eso pensamos hasta que comprendemos lo que la directora nos quiere mostrar. Pues la rutina siempre se verá moldeada por el paso del tiempo, por el avenir. Los hijos se independizan, los padres desaparecen, las parejas se rompen, el trabajo peligra. El futuro llega más rápido de lo que creemos e Isabelle se encuentra, por cuestiones ajenas a ella, sola en su piso, con la mitad de libros ausentes de las estanterías del salón y sin saber qué hacer. Pero al mismo tiempo se da cuenta que la falta de compromisos y estabilidades, implica la verdadera libertad.
En la recta final del relato, la protagonista se encuentra en una granja de los Alpes, invitada por una antiguo alumno que ha creado una revista literaria activista de intelectuales pretendidamente bohemios. Aquí se sucede alguna que otra conversación sonrojante, pero en absoluto molesta, pues en este momento confluyen los guiños de toda la película a la filosofía. Isabelle Huppert, mujer, se perfila como figura del conflicto existencialista interno, desde el momento en que escucha silenciosamente los diálogos entre los granjeros y empieza a cuestionar su vida. Pero también representa la lucha del hombre contra la naturaleza, como Rosellini había logrado magistralmente en Stromboli, rompiendo el arqueotipo masculino de la literatura encarnándolo en una Ingrid Bergman embarazada durmiendo en el cráter de un volcán, salvo que aquí es una naturaleza que calma, que mece, la que altera la posición de la profesora.
En el momento en el que el conflicto aparece, la libertad viene definida por nuestra capacidad de tomar decisiones. Huppert tiene la posbilidad de retomar sus ideales de juventud, de militante del Partido Comunista, o de volver a su piso parisino a ser una abuela dedicada enteramente a sus futuros nietos. La directora sutilmente alarga el relato durante varios años, anteriores a la crisis política actual, para intentar despertar a su público. Para ver que el olvido y la pereza debido a la comodidad, tienen sus consecuencias. Para que sepamos que de aquellos polvos vienen estos lodos. L'avenir es una película política camuflada que no juzga nuestras decisiones como individuos de una sociedad, sino que nos invita a la reflexión de las mismas para que podamos actuar en consecuencia.
3 de octubre de 2016
3 de octubre de 2016
31 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para gozar como un cachalote en las profundidades abisales.
Filosofía sin pedantería, engarzada, plasmada a través de una historia directa, cruda, sin afeites ni parones.
Realismo apresurado, cortante e incisivo. Todos los temas, mil ideas y posibilidades enganchadas, adheridas a lo cotidiano, al movimiento constante de la protagonista, a sus idas y venidas, pesares y consuelos.
Es engañosa. Ya que su apariencia desmañada puede despistar, impedir ver de lo que se trata en el fondo, y al revés igual, la abrumadora lista de nombres de alta alcurnia filosófica puede confundir y hacer pensar que son asuntos que no nos incumben, elitismos ilegibles. Pues ni lo uno ni lo otro. Habla de lo importante a partir de lo ordinario. Como si nada, inadvertidamente, muy sutil y elegantemente, sin sermonear, regodearse o exhibirse; con austeridad, rigor y vértigo.
¿Y qué es eso tan importante que cuenta? Pues todo. Del principio y del fin. De lo que nos viene y de lo que dejamos atrás. Del, obviamente, segundero loco que siempre se nos escapa de las manos como el agua. El corazón, su sustrato esencial quizás diría que los tiempos han cambiado para volver al mismo punto en el que estábamos al comienzo de todo, hace no tanto, es decir, que todas las reivindicaciones idealistas de Mayo del 68, todos los movimientos izquierdistas, juveniles o filocomunistas de aquellos años han vuelto aunque no de la misma manera ni con la misma intensidad, claro, debido a que las cosas siguen igual o peor que antes estaban, que todos estos años de aparente, o real, según quien lo diga o viva, bienestar y avance, todas estas décadas de paz y supuesta prosperidad no habían sido en verdad más que un falso espejismo o una gris transición y que toca volver a la obra, a la lucha y la protesta, sin repetir el pasado, asumiéndolo, pero tratando de mejorar el muy imperfecto presente. Podría ser. Eso es lo que plantean ciertos personajes por lo menos, un grupo de jóvenes a los que les ha llegado su momento, o eso creen ellos, de esta historia, en breves apuntes, casi como aforismos o gestos leves, conversaciones al descuido, rápidas, entrelazadas con otras cuestiones, enredadas con los sentimientos y deseos, las ideas inseparables de todo lo que nos conforma, no como vagos, abstractos conceptos manejados por gurús o sabios inalcanzables, al contrario, unidas a todo el entramado de dudas, miedos, amores o pérdidas que nos sustenta y asedia, vamos, nada que ver con mi cansada parrafada. Y esto sería el contexto que arropa, agrede o sitúa a nuestra protagonista, ya de vuelta, escéptica y algo conformista, conservadora, sin grandes esperanzas, confiando solo en lo pequeño, en lo cómodo y conocido, en el refugio familiar o profesional, en el simple transcurrir de la vida y en su observación atenta. Pero la historia, como ya apuntábamos, trata de aunar el marco general con el personal, es decir, el continuo fluir y chocar de lo uno con lo otro, esa pugna a veces más dolorosa y otras más dulce. Y observamos como esa quiebra del sistema capitalista tiene su reflejo, no quiero decir de ningún modo que sean causa y efecto, todo es mucho más complejo e intrincado, sería más como un juego de espejos deformantes o quizás una red de vasos comunicantes, algo así, decíamos que se comunica, se reproduce, toda esa coyuntura rupturista, en la forma de una crisis, profunda, vital de la profesora, su mundo se ve sacudido, golpeado, se le viene un poco abajo o todo encima, a pesar de su ascética dureza, de que no se entregue con facilidad a la fragilidad que hay detrás de ese valor y entereza. Toma conciencia, las circunstancias, los demás con sus actos le obligan a hacerlo, de su soledad esencial, del fin de una etapa de su vida, de cómo había vivido en cierto modo engañada, huyendo de todo, de verdades dolorosas, de amenazas latentes que no quería mirar por cobardía o conveniencia, lo mismo, sin forzar mucho la marcha, que se podría decir del derrumbe actual y de la falta de previsión general, tan irresponsable o simplemente interesada.
Su madre y la tristeza y crispación de un posible final, su marido y el desgaste inevitable de los matrimonios, sus hijos que ya no pueden ser todo el sentido, distintos nombres o manifestaciones de un mismo síntoma o estado, el final de algo, el principio de no se sabe muy bien qué o la vuelta al inicio, pero ya más derrotados, o el eterno retorno de todo, a pesar de nuestra terca resistencia o ceguera. Rica y variada muestra de caminos que se retuercen o bifurcan, revueltas, caídas y descubrimientos, cambios crueles y, finalmente, el enfrentamiento con lo que realmente somos, aunque hagamos lo posible por no mirar o hacerlo a otro lado siempre más lejos.
Es un prodigio de naturalidad, verdad e inteligencia. Cine libre y preciso que parte de una gran altura y que se moja en lo más nimio y vivo. El peso de la cultura no como artificio que aplasta, sino como instrumento para entender mejor el mundo que nos rodea, para pasar lo vivido por un filtro esclarecedor, no simplificador. Se hace todo el recorrido, de lo intelectual a lo banal, sin descuidar lo humano en su aspecto más contradictorio, ridículo o penoso, sin renunciar al humor o al juego ni al disfrute. Huye de la demagogia y la sensiblería. Mezcla una mirada casi documental con una clase de filosofía. Además elige muy acertados contrapuntos musicales. Quién da más.
Una delicia brusca. Una gran película.
Filosofía sin pedantería, engarzada, plasmada a través de una historia directa, cruda, sin afeites ni parones.
Realismo apresurado, cortante e incisivo. Todos los temas, mil ideas y posibilidades enganchadas, adheridas a lo cotidiano, al movimiento constante de la protagonista, a sus idas y venidas, pesares y consuelos.
Es engañosa. Ya que su apariencia desmañada puede despistar, impedir ver de lo que se trata en el fondo, y al revés igual, la abrumadora lista de nombres de alta alcurnia filosófica puede confundir y hacer pensar que son asuntos que no nos incumben, elitismos ilegibles. Pues ni lo uno ni lo otro. Habla de lo importante a partir de lo ordinario. Como si nada, inadvertidamente, muy sutil y elegantemente, sin sermonear, regodearse o exhibirse; con austeridad, rigor y vértigo.
¿Y qué es eso tan importante que cuenta? Pues todo. Del principio y del fin. De lo que nos viene y de lo que dejamos atrás. Del, obviamente, segundero loco que siempre se nos escapa de las manos como el agua. El corazón, su sustrato esencial quizás diría que los tiempos han cambiado para volver al mismo punto en el que estábamos al comienzo de todo, hace no tanto, es decir, que todas las reivindicaciones idealistas de Mayo del 68, todos los movimientos izquierdistas, juveniles o filocomunistas de aquellos años han vuelto aunque no de la misma manera ni con la misma intensidad, claro, debido a que las cosas siguen igual o peor que antes estaban, que todos estos años de aparente, o real, según quien lo diga o viva, bienestar y avance, todas estas décadas de paz y supuesta prosperidad no habían sido en verdad más que un falso espejismo o una gris transición y que toca volver a la obra, a la lucha y la protesta, sin repetir el pasado, asumiéndolo, pero tratando de mejorar el muy imperfecto presente. Podría ser. Eso es lo que plantean ciertos personajes por lo menos, un grupo de jóvenes a los que les ha llegado su momento, o eso creen ellos, de esta historia, en breves apuntes, casi como aforismos o gestos leves, conversaciones al descuido, rápidas, entrelazadas con otras cuestiones, enredadas con los sentimientos y deseos, las ideas inseparables de todo lo que nos conforma, no como vagos, abstractos conceptos manejados por gurús o sabios inalcanzables, al contrario, unidas a todo el entramado de dudas, miedos, amores o pérdidas que nos sustenta y asedia, vamos, nada que ver con mi cansada parrafada. Y esto sería el contexto que arropa, agrede o sitúa a nuestra protagonista, ya de vuelta, escéptica y algo conformista, conservadora, sin grandes esperanzas, confiando solo en lo pequeño, en lo cómodo y conocido, en el refugio familiar o profesional, en el simple transcurrir de la vida y en su observación atenta. Pero la historia, como ya apuntábamos, trata de aunar el marco general con el personal, es decir, el continuo fluir y chocar de lo uno con lo otro, esa pugna a veces más dolorosa y otras más dulce. Y observamos como esa quiebra del sistema capitalista tiene su reflejo, no quiero decir de ningún modo que sean causa y efecto, todo es mucho más complejo e intrincado, sería más como un juego de espejos deformantes o quizás una red de vasos comunicantes, algo así, decíamos que se comunica, se reproduce, toda esa coyuntura rupturista, en la forma de una crisis, profunda, vital de la profesora, su mundo se ve sacudido, golpeado, se le viene un poco abajo o todo encima, a pesar de su ascética dureza, de que no se entregue con facilidad a la fragilidad que hay detrás de ese valor y entereza. Toma conciencia, las circunstancias, los demás con sus actos le obligan a hacerlo, de su soledad esencial, del fin de una etapa de su vida, de cómo había vivido en cierto modo engañada, huyendo de todo, de verdades dolorosas, de amenazas latentes que no quería mirar por cobardía o conveniencia, lo mismo, sin forzar mucho la marcha, que se podría decir del derrumbe actual y de la falta de previsión general, tan irresponsable o simplemente interesada.
Su madre y la tristeza y crispación de un posible final, su marido y el desgaste inevitable de los matrimonios, sus hijos que ya no pueden ser todo el sentido, distintos nombres o manifestaciones de un mismo síntoma o estado, el final de algo, el principio de no se sabe muy bien qué o la vuelta al inicio, pero ya más derrotados, o el eterno retorno de todo, a pesar de nuestra terca resistencia o ceguera. Rica y variada muestra de caminos que se retuercen o bifurcan, revueltas, caídas y descubrimientos, cambios crueles y, finalmente, el enfrentamiento con lo que realmente somos, aunque hagamos lo posible por no mirar o hacerlo a otro lado siempre más lejos.
Es un prodigio de naturalidad, verdad e inteligencia. Cine libre y preciso que parte de una gran altura y que se moja en lo más nimio y vivo. El peso de la cultura no como artificio que aplasta, sino como instrumento para entender mejor el mundo que nos rodea, para pasar lo vivido por un filtro esclarecedor, no simplificador. Se hace todo el recorrido, de lo intelectual a lo banal, sin descuidar lo humano en su aspecto más contradictorio, ridículo o penoso, sin renunciar al humor o al juego ni al disfrute. Huye de la demagogia y la sensiblería. Mezcla una mirada casi documental con una clase de filosofía. Además elige muy acertados contrapuntos musicales. Quién da más.
Una delicia brusca. Una gran película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Detalles.
- Ella tiene esperanzas con el chico. Y no. Es muy brillante cómo se resuelve esa situación, cómo nos muestran esa imposibilidad, la distancias de todo tipo que les separan, edad, actitud, intención; él quiere cambiarlo, mejorarlo todo, ella no perder demasiado, que le dejen algo por lo menos, los restos del naufragio. No hay gritos ni discusiones, solo dolor, imposibilidad, separación y aceptación.
- La enfermedad de la madre. No se entregan a la tentación más fácil, a la compasión miserabilista que invade nuestros cines en casi todos los casos, aquí no, vemos solo, y ya es más que suficiente, desconcierto, tristeza, irritación y retranca. Y muere en off, sin números. Hay hondura sin necesidad de histeria.
- La relación con el marido es convencional. Y el divorcio igual. Pero se enriquece con detalles valiosos. Por ejemplo: el berrinche que se pilla cuando comprueba que le faltan libros, la implacable actuación de ella durante la noche buena, cómo pasa de las lágrimas a las risas cuando le ve con su nueva mujer...
- Las digresiones puramente filosóficas. Leves, jugosas. El deseo como motor de todo, no como concreción. La democracia como ideal imposible. La verdad a veces incuestionable...
- El fin de la filosofía como mercancía si no es trivializada. Esas charlas en la editorial.
Casi que podría contar la película entera y no es, o no debería ser, el caso. Ya paro.
Huppert. Los años se notan, aunque conserve el cuerpo de una chiquilla, pero ahí sigue, dominado la escena cinematográfica europea con tanta grandeza como arisca sobriedad, con mano de hierro. Frágil y dura. Tierna y terrible, la más sabia, juguetona y precisa.
Escuché a mi vera cierta queja, lentísima decía la en cuestión persona, se lamentaba, lentísima, insistía sin al parecer haber entendido nada. Está claro que el tiempo, sobre todo en el cine, es engañoso, pura ilusión, ya que a mí me pareció supersónica, en cada plano metían la vida entera con todas sus bibliotecas y yo con la lengua fuera, la gota gorda, sin poder seguir el ritmo como de corredor de fondo africano, corriendo sin parar, sin poder alcanzarla, sacudido, superado, sumamente agradecido.
- Ella tiene esperanzas con el chico. Y no. Es muy brillante cómo se resuelve esa situación, cómo nos muestran esa imposibilidad, la distancias de todo tipo que les separan, edad, actitud, intención; él quiere cambiarlo, mejorarlo todo, ella no perder demasiado, que le dejen algo por lo menos, los restos del naufragio. No hay gritos ni discusiones, solo dolor, imposibilidad, separación y aceptación.
- La enfermedad de la madre. No se entregan a la tentación más fácil, a la compasión miserabilista que invade nuestros cines en casi todos los casos, aquí no, vemos solo, y ya es más que suficiente, desconcierto, tristeza, irritación y retranca. Y muere en off, sin números. Hay hondura sin necesidad de histeria.
- La relación con el marido es convencional. Y el divorcio igual. Pero se enriquece con detalles valiosos. Por ejemplo: el berrinche que se pilla cuando comprueba que le faltan libros, la implacable actuación de ella durante la noche buena, cómo pasa de las lágrimas a las risas cuando le ve con su nueva mujer...
- Las digresiones puramente filosóficas. Leves, jugosas. El deseo como motor de todo, no como concreción. La democracia como ideal imposible. La verdad a veces incuestionable...
- El fin de la filosofía como mercancía si no es trivializada. Esas charlas en la editorial.
Casi que podría contar la película entera y no es, o no debería ser, el caso. Ya paro.
Huppert. Los años se notan, aunque conserve el cuerpo de una chiquilla, pero ahí sigue, dominado la escena cinematográfica europea con tanta grandeza como arisca sobriedad, con mano de hierro. Frágil y dura. Tierna y terrible, la más sabia, juguetona y precisa.
Escuché a mi vera cierta queja, lentísima decía la en cuestión persona, se lamentaba, lentísima, insistía sin al parecer haber entendido nada. Está claro que el tiempo, sobre todo en el cine, es engañoso, pura ilusión, ya que a mí me pareció supersónica, en cada plano metían la vida entera con todas sus bibliotecas y yo con la lengua fuera, la gota gorda, sin poder seguir el ritmo como de corredor de fondo africano, corriendo sin parar, sin poder alcanzarla, sacudido, superado, sumamente agradecido.
26 de septiembre de 2016
26 de septiembre de 2016
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupenda película aunque tenga alguna carencia, pero llena de vida y de esperanza.
Diálogos interesantísimos llenos de citas de Rousseau que hacen que el espectador tenga que poner el pensamiento a funcionar a todo gas mientras está viendo el film.
Coloca en primer plano el tema de la coherencia entre las ideas y los hechos en la vida de las personas y llega a expresar que tocar fondo puede ser el punto de partida para nuevos caminos, basados en la libertad que conlleva haber perdido las ataduras que el discurrir de la vida nos sujetan a todos.
Isabelle Huppert magnífica.
Si tiene alguna carencia es la falta de emoción en vivencias impactantes en la existencia de cualquiera.
Diálogos interesantísimos llenos de citas de Rousseau que hacen que el espectador tenga que poner el pensamiento a funcionar a todo gas mientras está viendo el film.
Coloca en primer plano el tema de la coherencia entre las ideas y los hechos en la vida de las personas y llega a expresar que tocar fondo puede ser el punto de partida para nuevos caminos, basados en la libertad que conlleva haber perdido las ataduras que el discurrir de la vida nos sujetan a todos.
Isabelle Huppert magnífica.
Si tiene alguna carencia es la falta de emoción en vivencias impactantes en la existencia de cualquiera.
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